Tras las periciales, el juicio del 11-M ha entrado en la fase documental. Una conversación entre el procesado Rafá Zouhier, confidente y presunto enlace entre la trama asturiana y los terroristas, y su controlador policial el alferez Víctor, ha calentado el ambiente en la sala.
En el diálogo teléfonico, fechado a las 23.14 horas del 17 de marzo de 2004 —apenas una semana después del atentado—, Zouhier alertaba a su controlador policial de la existencia de un marroquí delgado, moreno, de 1,65 de estatura que tenía detonadores, Goma 2 y muy pocos escrúpulos. Se refería a Jamal Ahmidam el Chino.
Indignación
A medida que iba avanzando la grabación, el rostro de Zouhier —a quien han sacado de la pecera para evitar problemas— y la de algunos de los procesados se iba transformando. Los más indignados, por la cercanía con el Chino, eran Hamid Ahmidam —su primo— y Rachid Aglif—su amigo—.
"Estate ahí que hay cacho [...], tiene mazo de metralletas, pistolas y es muy radical. A la mínima te pega un tiro", reconocía Zouhier a Víctor en el vídeo.
Según le explicaba Zouhier a su controlador policial, "al Chino no le gusta nadie que no sea de su religión, y flípalo que está casado con una española [...], si algo de esto sale bien, cuídame".
Entrenamientos en Jalalabad
La propaganda deja su lugar a imágenes de los desiertos dejanos de Afganistán y a varios "muyahidines" entrenándose.
La finca de Morata
El documento se inicia en los alrededores de la vivienda. Poco a poco, la cámara se introduce en la finca y comienza a indagar en los rincones de las destartaladas estancias.
Tras una exhaustiva revisión por parte de los perros policias, la cámara sale de la estancia y comienza a enfocar animales, una bolsa de munición y restos del empaquetado de explosivos Goma 2 y detonadores.
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